jueves, 11 de diciembre de 2008

In memoriam, de Pavel Oyarzún

Pavel Oyarzún
Editorial Quimantú
Colección Poesía a Toda Costa

Santiago, 2002

61 págs.


¿Y qué es nuestra historia sino una sucesión de recuerdos, sino el recuerdo de nuestros recuerdos? Leer a Pavel Oyarzún en cada uno de sus poemas, en cada uno de los versos de sus poemas, es fascinarse en el encuentro del hombre, de su razón profunda, de la materia más simple. Recuerdos de vidas, valentías y abrigos, In memoriam es un regalo de presencia humana.

o todo es el fulgor del delirio, bajo el cielo de un dios iracundo y del ángel maldito. No todo es la alquimia del verbo, ni un ajuste de cuentas con la poesía contemporánea.

Es el hombre desnudo de adornos el que escribe estas líneas desnudas de metáforas poetizadoras. Es el verso limpio el que arranca de las manos de Pavel Oyarzún, y es esa falta de brillos y giros poetizantes los que hacen de estos poemas un deleite, una ventana ancha hacia un espacio franco y real donde el recuerdo sustenta al alma y crea belleza.

También está el poeta que cree, de todo corazón,
que su poema más alto -así como están las cosas-
no es un soneto alejandrino,
ni un ejercicio de escritura automática precisamente,
sino el respirar un oxígeno ardiente
junto a un puñado del pueblo,
al momento de tomar por asalto un cuartel del ejército,
o un palacio de gobierno.

También está el poeta que con honestidad se enfrenta a los espacios llenos y vacíos, para enseñarnos un espacio donde todos somos capaces de reconocernos, y aunque sea un acto solitario, encontrarnos.

Caminar, con pena durante horas,
tragando mucho aire envilecido y doliente
al mismo tiempo.

Caminar con rumbo ciego.

Caminar y caminar durante horas enteras,
Con una pena de médula y de osamenta.
Dar miles de pasos tristes en el paseo.
Caminar por inercia.
Caminar en círculos.
Caminar en línea recta.
Volver sobre los pasos.

Ahí están, en el recuerdo de Pavel Oyarzún, en su memoria, y ahora en la nuestra, Baudelaire, Rimbaud, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Vicente Huidobro, y otros, aquellos, esos que duelen y se recuerdan. Y ahí esta Fernando Pessoa y aquí están algunos versos deslumbrantes, con los que Oyarzún lo trae a nuestra memoria:

Quiénes habitan nuestras almas aparte de nosotros mismos.
Cuántos ojos acumulados como cadáveres en nuestros propios ojos.
-La tristeza del niño muerto que somos hace llover en otoño durante días-
Cuántos rostros debajo del rostro que vamos dejando
pegados a los huesos que se transfiguran en su oscuridad hundida.
Cuántos caen con nosotros en la extremaunción del tiempo.
Cuántos pulsos sucumben. Cuántos corazones colapsan realmente, en nuestro derrumbe personal.
-La distancia suicida, la sangre y el fuego, o gesta memorable que ya no fuimos,
apaga estrellas a diestra y siniestra para nosotros-

Bienaventurado el que finge hasta el dolor en el verso,
porque será como un libro abierto después de tanto.

Bienaventurado el que no habita solo en sí mismo,
porque será como un laberinto necesario.

Bienaventurado aquel delirio explícito,
porque de aquella escritura saldrá un haz de luz fantástica como desde un pozo temible.

(María José López Pourailly)

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